El consumo de alcohol en relación con el colesterol es un tema frecuentemente citado en la prevención cardiovascular, pero los cardiólogos insisten en analizar la evidencia científica y los riesgos asociados antes de considerar cualquier bebida alcohólica como herramienta profiláctica. Se ha observado que el consumo moderado podría tener ciertos efectos en los perfiles lipídicos, pero estos posibles beneficios deben valorarse junto a las consecuencias negativas derivadas del abuso o mal uso, especialmente para quienes ya tienen colesterol alto o riesgo cardíaco elevado.
Alcohol y colesterol: lo que sucede en el organismo
El etanol, presente en todas las bebidas alcohólicas, produce cambios sobre los niveles de lípidos en sangre. Diversos estudios señalan que un consumo moderado de etanol puede incrementar el colesterol HDL – conocido como “bueno” –, facilitando el transporte y eliminación del colesterol LDL o “malo” de las arterias. Este efecto protector parece contribuir a reducir el riesgo de enfermedad coronaria, como sugiere la evidente relación entre HDL elevado y menor riesgo cardiovascular.
Sin embargo, el organismo convierte el alcohol en triglicéridos y colesterol en el hígado, por lo que el consumo excesivo eleva los niveles de triglicéridos, favoreciendo la aparición de hígado graso y dificultando el metabolismo del colesterol, incrementando el riesgo de problemas cardiovasculares.
¿Qué tipo de alcohol recomiendan los cardiólogos?
En la literatura médica, el vino tinto suele destacarse como la bebida alcohólica potencialmente más benéfica para el corazón. Se le atribuye este reconocimiento debido a la presencia de compuestos antioxidantes como los flavonoides y el resveratrol, especialmente concentrados en la piel de la uva. Estas sustancias pueden ayudar a neutralizar el estrés oxidativo y proteger los vasos sanguíneos de los radicales libres. Los mecanismos de acción más estudiados incluyen la mejora de la función endotelial y el incremento del valor de HDL, pero también existen estudios que han comparado el efecto de diferentes bebidas como cerveza, vodka y licores, encontrando que los beneficios del alcohol moderado no dependen solo del tipo de bebida, sino de la cantidad y regularidad de su consumo.
No obstante, recientes publicaciones esclarecen que, aunque el vino tinto es el más mencionado por sus propiedades antioxidantes, la cerveza y otros tipos de alcohol pueden producir aumentos similares en los valores de HDL, el colesterol bueno. Con todo, los antioxidantes que aporta el vino pueden obtenerse también del zumo de uva o de otras frutas y verduras, lo que elimina la necesidad de recurrir a bebidas alcohólicas para beneficiarse de estos compuestos.
Según varios cardiólogos, el consumo óptimo de alcohol es aquel que no supera una copa al día en adultos sanos y nunca debe considerarse un sustituto de cambios saludables en la dieta y el estilo de vida.
Bebidas desaconsejadas para hipercolesterolemia
La recomendación general de los especialistas es limitar la ingesta de alcohol si se tiene colesterol alto. El metabolismo hepático transforma el alcohol consumido en triglicéridos, y el exceso de estos eleva el riesgo de obstrucción arterial y daño hepático, incrementando el peligro de enfermedades cardiovasculares y hepáticas. Por lo tanto, cuando hay diagnóstico de hipercolesterolemia, los médicos aconsejan la abstención o reducción significativa del consumo y la preferencia por otros cambios en la dieta o hábitos saludables.
Las bebidas alcohólicas que más deben evitarse en estos casos son aquellas de alta graduación, cocteles con azúcares añadidos y consumo frecuente de grandes cantidades de cerveza, pues su aporte calórico y de triglicéridos puede agravar significativamente el cuadro.
El alcohol y la prevención cardiovascular: advertencias y matices
La evidencia epidemiológica muestra que los beneficios observados en quienes beben una copa diaria de vino pueden estar correlacionados con otros estilos de vida saludables, como la dieta mediterránea y el ejercicio frecuente. Por tanto, el uso de alcohol como “medicamento cardioprotector” está lejos de ser una recomendación universalizada por las sociedades médicas. Los expertos insisten en que los potenciales efectos positivos solo ocurren en el marco de un consumo mínimo, y cualquier exceso eleva dramáticamente los riesgos de dependencia, daño hepático, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Por otro lado, investigaciones recientes resaltan que el resveratrol y otros antioxidantes del vino tinto son responsables, al menos en parte, de la mejora en la función vascular, pero estos ingredientes también están presentes en las uvas y muchas otras frutas y vegetales, por lo que se puede recurrir a fuentes naturales de resveratrol en la alimentación diaria sin los peligros asociados al consumo de alcohol.
Las recomendaciones internacionales indican que la moderación es clave. En adultos sanos, una copa de vino tinto (150 ml) al día parece ser segura y potencialmente beneficiosa. Sin embargo, para personas con historia de adicción, enfermedad hepática, embarazadas o cualquier trastorno cardiovascular diagnosticado, la abstención es la única opción recomendada.
Conclusión profesional
En síntesis, no existe una “bebida ideal” para reducir el colesterol según los cardiólogos. El vino tinto destaca por su contenido de antioxidantes, pero el factor determinante es la cantidad y la regularidad de consumo más que el tipo de bebida. El consumo excesivo de cualquier bebida alcohólica está contraindicado y produciría efectos negativos sobre el colesterol y la salud general. La mejor estrategia para prevenir problemas coronarios incluye una dieta baja en grasas saturadas, ejercicio regular y abandono del consumo excesivo de alcohol, buscando los antioxidantes en frutas y verduras antes que en bebidas alcohólicas.








