La explicación detrás del característico olor que emanan muchas personas mayores resulta inesperada para muchos, pues no se relaciona necesariamente con la falta de higiene, sino con procesos biológicos y químicos que ocurren en la piel a lo largo del envejecimiento. Investigadores japoneses fueron pioneros en el estudio de este fenómeno y, en 2001, lo denominaron ‘kareishu’. Aunque popularmente se asocia a un aroma rancio o a espacios cerrados, el origen tiene bases científicas muy concretas.
La molécula responsable: el 2-nonenal
Químicos y expertos en dermatología han identificado al 2-nonenal como la sustancia fundamental detrás de este olor particular. El 2-nonenal es una molécula que se genera en la piel por la oxidación de ácidos grasos, especialmente los que forman parte de la barrera lipídica cutánea. La oxidación es un proceso natural, y con el paso de los años, los niveles de 2-nonenal aumentan considerablemente en las personas mayores de 40 años.
Lo sorprendente es que esta molécula no está presente en la piel de los jóvenes en cantidades apreciables. A partir de los 30 años empieza a manifestarse, pero es entre los 50 y 70 años cuando su presencia se vuelve más notoria. El olor generado por el 2-nonenal suele describirse como a “hierbas rancias” o “grasa oxidada”, y cuando se concentra en laboratorio, resulta especialmente desagradable.
Cambios biológicos y factores que influencian el olor corporal
El proceso no se debe exclusivamente a la molécula antes mencionada. Durante el envejecimiento, la peroxidación de los lípidos en la piel se acentúa, lo que favorece la aparición del 2-nonenal. Además, cambian la composición de la piel, el cuerpo y la microbiota cutánea, factores que alteran el olor corporal. Es fundamental entender que el sudor humano por sí solo es casi inodoro; el aroma surge cuando las bacterias descomponen los compuestos del sudor, liberando sustancias como la urea, el ácido úrico, el amoníaco y los azúcares.
Las hormonas sexuales también juegan un papel relevante. En la vejez, la producción de testosterona y otras hormonas disminuye, lo que tiende a reducir el olor corporal intenso, pero, en paralelo, la piel cambia su estructura y composición, facilitando la oxidación de lípidos y el desarrollo de nuevos olores.
No solo proceso biológico: los hábitos de vida también influyen. Muchas personas mayores pasan mucho tiempo en ambientes cerrados, rodeados de muebles antiguos, alfombras y objetos que absorben olores. Estos elementos, junto con el posible descuido de la limpieza y ventilación, contribuyen a que el olor se haga más perceptible y pueda amplificarse con el entorno.
Mitos y verdades sobre el olor en la vejez
En el imaginario popular, el “olor a anciano” se atribuye injustamente a malas prácticas higiénicas, pero la ciencia demuestra que no es un resultado directo de la falta de aseo. Si bien la falta de higiene puede acentuar cualquier olor corporal, incluso personas con hábitos limpios pueden desarrollar este aroma característico por los cambios naturales en la piel.
Es importante destacar que este olor no implica necesariamente problemas de salud. Sin embargo, ciertos estados patológicos pueden modificar el olor corporal, como ocurre con la diabetes, enfermedades renales o infecciones crónicas, donde el cuerpo libera compuestos atípicos a través de la piel.
Existen además mitos vinculados al clima y al estrés. Algunos estudios sugieren que los ambientes cálidos y húmedos potencializan los olores, así como el estrés puede modificar la composición del sudor, pero el actor principal sigue siendo el metabolismo cutáneo del envejecimiento.
¿Se puede prevenir o minimizar este olor?
Pese a que el 2-nonenal es el causante principal, la prevención y el cuidado de la piel pueden ayudar a reducir la intensidad y el impacto social del olor. Las siguientes prácticas son recomendables:
El papel de la comunicación y la empatía
El manejo del tema del olor en la vejez requiere respeto y empatía. Hablar del tema sin herir susceptibilidades es fundamental, ya que el olor corporal afecta la autoestima y dignidad de las personas mayores. La educación sobre los procesos biológicos que lo causan permite abordar la situación sin culpabilizar ni estigmatizar, favoreciendo tanto la salud física como emocional.
Así, el olor corporal en la vejez es una consecuencia lógica del envejecimiento y de los cambios fisiológicos que se experimentan en la piel. La percepción social puede variar según cultura y contexto, pero es clave distinguir entre el proceso natural y los hábitos, para fomentar una convivencia afectuosa y saludable con las personas mayores.








